Publicada en Ciper el 18 de junio de 2023
El desafío de la educación sexual entre escolares no puede descansar únicamente en los establecimientos educacionales, pero tampoco en las familias por sí solas, recuerda esta columna para CIPER de dos investigadoras de la Corporación Miles. En el esfuerzo por avanzar hacia la igualdad de oportunidades en sexualidad y afectividad en nuestro país, «pensar que todos los niño/as puedan recibir una orientación sana en sus contextos familiares es también desconocer la realidad en la que nos situamos.»
«Con mis hijos no te metas» es una frase que se repite entre quienes se oponen a que la educación sexual integral (ESI) sea impartida en las salas de clases, y que hemos vuelto a escuchar en estas semanas en el marco de un encendido debate público sobre el tema.
Es una afirmación tajante, que le entrega a los padres la dura responsabilidad de educar sexualmente a sus hijos. Pero además es una idea no apegada a la realidad de nuestro país, en donde la educación sexual es paupérrima, y está en deuda con el currículum mínimo que recomiendan organismos internacionales para esta materia (Chile figura en el lugar 15 del ránking de avances en los compromisos interministeriales entre Educación y Salud asumidos para prevenir el avance del VIH, por debajo de países como Panamá y Honduras [IPPF 2013]).
Hay generaciones completas que no tuvieron acceso a educarse sexualmente en nuestro sistema educativo. Por eso, si la consigna de «con mis hijos no te metas» se hiciera realidad, ni siquiera los padres tendrían las herramientas necesarias para quedar a cargo. En Chile, solo ha habido una experiencia en la que se intentó desde el ámbito gubernamental crear ese diálogo entre padres desinformados e hijos necesitados de una educación sexual que los prepare para la vida: las Jornadas de Conversación sobre Afectividad y Sexualidad (JOCAS), que se implementaron entre los años 1994 y 2000. Pero el sector conservador, el mismo que hoy pide que los padres cumplan esa función, fue su crítico más acérrimo. Los archivos de prensa certifican la polémica: obispos católicos y personeros de derecha reclamando a viva voz por esta iniciativa, tal como en esos años una campaña comunicacional de gobierno que promovía el uso del condón como método de prevención del sida no pudo llegar a las pantallas de Canal 13 (entonces bajo control de la Pontificia Universidad Católica de Chile) ni Megavisión.
Así, la pregunta que hoy se vuelve urgente es si acaso el Partido Republicano, que en estos días ha cuestionado la ESI, estaría dispuesto a que vuelvan las JOCAS. O, en su defecto, cuál es su propuesta concreta para abordar este tema. A fines del pasado mes, militantes de ese partido ingresaron proyectos para impedir charlas en colegios de expertos en sexualidad. Del mismo diputado Cristóbal Urruticoechea recordamos otra insólita intervención en debates sobre libertad reproductiva, cuando hace un tiempo argumentó su oposición a una de las causales del aborto con la frase: «Una mujer no se desviola con el aborto». Esto es tan sólo una muestra de la escasa información que manejan quienes se oponen a que las personas puedan tener control sobre cómo educarse sexualmente o sus proyectos de vida.
Es por eso que en un país sin JOCAS ni programas de ESI acordes a lo que recomiendan organismos internacionales, como la OMS o la UNICEF, la frase «con mis hijos no te metas» suena vacía y sin mayor fundamento que el religioso o moral.
Es cierto que las familias deberían desempeñar un papel crucial en la educación sexual de niños, niñas y adolescentes, pero es importante reconocer que esta es una experiencia formativa que también abarca diferentes espacios: la escuela, los medios de comunicación, las amistades, etcétera. Educar en sexualidad puede resultar complejo para las familias, debido a la deficiente formación que al respecto han recibido a su vez padres y madres, pero además por eventuales faltas de alineamiento entre los contenidos escolares y los valores familiares, o la falta de interacción de los NNA con sus cuidadores en temas de sexualidad.
El año pasado, Corporación Miles y Chile Positivo realizamos una investigación para indagar en las percepciones que padres, madres y cuidadores tienen frente a educar en sexualidad a sus hijos; y viceversa. Los hallazgos son preocupantes. Por un lado, los padres dicen sentirse preparados para conversar de estos temas con sus hijos respetando la autonomía progresiva, pero reconocen no tener las herramientas necesarias para hacerlo, sobre todo si se trata de prevenir situaciones de violencia de género. A ello se suma otro aspecto: la familia no es el primer espacio seguro al que recurren para educarse sexualmente sus hijos, quienes mencionan que la información la buscan principalmente en redes sociales (83%, según INJUV). Solo el 35.6% de los escolares consultados recurre a su familia, de acuerdo a nuestro estudio.
Lo anterior cobra relevancia al revisar las cifras de delitos sexuales ocurridos al interior de las familias. De acuerdo a la Fundación Amparo y Justicia, los delitos sexuales en contra de niños y niñas aumentaron en 2022 en un 42% respecto al año previo, arrojando una cifra se duplica en once años. Esto demuestra que la educación sexual en colegios es una herramienta urgente para reconocer y problematizar estas agresiones sexuales cuando la familia no es el espacio más seguro e idóneo. Pensar que todos los niño/as puedan recibir una orientación sana en sus contextos familiares es desconocer la realidad en la que nos situamos. Por supuesto que muchos padres y madres no quieren restarse de ese trabajo, pero entonces los esfuerzos deberían enfocarse en sumar actores, y no en dejarlos solos ante esta gran tarea.
Resulta fundamental abordar la educación sexual de manera integral, multidisciplinaria y colaborativa, involucrando tanto a las familias como a las comunidades escolares. Una educación integral en sexualidad es fundamental para el bienestar de NNA en un mundo en el que persisten la violencia de género hacia mujeres y disidencias, los embarazos no planificados, las infecciones de transmisión sexual (ITS) y la discriminación hacia las personas LGBTIQ+.
La educación sexual es de vital importancia en la formación de nuestros hijos, y delegar exclusivamente esta responsabilidad a los padres puede tener limitaciones y desigualdades. Es por eso que los colegios chilenos deben, como instituciones educativas, asumir un papel activo, brindando información precisa, actualizada y que fomente el respeto y la inclusión. Al hacerlo, se contribuye a la formación de jóvenes conscientes, informados y capaces de tomar decisiones responsables en su vida sexual. La educación sexual en los colegios no busca reemplazar la labor de los padres, sino que complementarla, formando una alianza educativa que beneficie el desarrollo integral de los estudiantes.
Javiera Canales
Abogada. Directora ejecutiva de Corporación Miles
Stephanie Otth
Psicóloga. Coordinadora Área Investigaciones y Capacitaciones de Corporación Miles